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“Un baldado de agua helada”
Su  ministerio: ¿Un sacrificio?


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Texto en referencia: 2ª Corintios 6.3-13
“…antes bien, nos recomendamos en todo como Ministros de Dios…”
 
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La llamada de aquel hermano me llegó como un balde de agua helado a un moribundo por hipotermia. Sus primeras palabras luego del saludo fueron: 
“¿Cómo esta? -apenas si pude balbucear y continuo- Pero por favor no me diga nada negativo, El Evangelio es positivo, solo buenas noticias, no acepte en su corazón la tristeza, rechace todo aquello que le haga pensar en enfermedad, Dios es su medicina y respecto de lo material –lo económico- no sea hombre de poca fe, piense y viva como hijo del rey, Usted es un siervo y merece lo mejor de lo mejor.Usted esta pasando prueba por ser conformista". Es probable que a Usted – un erudito en la Escritura- esto le parezca risible, hoy a mí también –no siendo erudito por supuesto-.

Pero si cuando Usted recibe la llamada, está presidiendo una pequeña comunidad cuya economía arroja saldo en rojo al final del año, y que durante la última temporada ha visto atacada la salud de su familia por todo los flancos. Dos hospitalizaciones seguidas de la hija  de apenas siete años, una urgente y complicada operación a otra hija adolescente, muchas necesidades materiales, no poseer una sede propia para su Iglesia y vivir corriendo para pagar el arriendo, limitaciones en muchas áreas para los suyos, su esposa, sus cinco hijos, aun en las cosas más básicas, no tener una casa propia y vivir muy humildemente, ¿No es cierto que tal llamada es como un balde de agua helada a un moribundo por hipotermia? Y si al tratar de animar a su esposa, el hermano del auricular, (el del balde de agua) le dice: “No acepte la enfermedad para sus hijos, rechácela, Cristo murió por nuestras enfermedades, no importa su estado, para Usted, mujer de fe ya están sanos”. Ciertamente Usted quisiera tirar el auricular.

Bien, por providencial fortuna   “…yo y mi casa servimos al Señor [1]  y hemos sido medianamente instruidos por El a la luz de sus Benditas Escrituras y estamos, como dice Pablo, acostumbrados a vivir cualquiera que sean las circunstancias. Sabemos vivir en la abundancia y lo mismo en la escasez, todo lo podemos en Cristo que nos fortalece [2]. Sin embargo ¿cuántos cree usted,  de los que hoy recibieren una llamada como esta, entrarían en pánico espiritual? Lo más probable es que debido a la “anorexia espiritual”, por falta de alimento sólido [3], sean muchos los que entren en la depresión poniendo en duda si poseen o no la fe verdadera, si la tiene suficientemente grande como para alcanzar esos renglones de éxito que presuntamente deben alcanzar o, por lo menos, si deberían entrar a revisar si su teología es correcta o será que han defraudado al buen Dios que da tanto y a ellos tan poco. Quizá el Evangelio de aquellos es el correcto y el suyo no etc., etc., etc.


1. Su Ministerio ¿un Sacrificio o un sacrilegio?

Para hacerme entender en este punto entraré a definir que sacrificio es “La rendición o la destrucción de algo apreciado a cambio de algo que se considera de mayor valor[4]. Así por ejemplo los Israelitas – por ley mosaica- debían presentar sacrificios a Jehová, un palomino, un carnero etc. Sin duda ilustraciones, en mayor o menor grado, o tipificaciones, en otros casos, del sacrificio Glorioso y Eterno de nuestro Señor Jesucristo.

Ahora bien, sacrilegio por el contrario es “robar algo consagrado al servicio de Dios[5] o,  en otras palabras, si prefiere, darle un destino o uso distinto para lo cual ha sido consagrado. Los israelitas constantemente pecaron dándole un uso inadecuado a personas, animales, cosas, uso distinto de aquel para el cual Dios las ha había consagrado. Ejemplo, el pecado de Acán quien tomó el manto babilónico y le dio un uso distinto al que Dios dijo que debía dársele. En Deuteronomio 7.25 el Señor había advertido y mandado sobre el tema: “Las esculturas de sus dioses quemarás en el fuego;  no codiciarás plata ni oro de ellas para tomarlo para ti,  para que no tropieces en ello,  pues es abominación a Jehová tu Dios”."Advirtamos la forma en que Dios lo dice. No solo les advierte sobre la codicia de los ídolos recubiertos de oro: dice: No codicies siquiera el oro que tienen[6].

Mientras el sacrificio está fundamentado en el despojarse así mismo, dar, darlo todo, hasta el derroche, considerando que nada es suficiente para agradar a aquel que por su Gracia nos llamó a ser colaboradores en el ministerio de la reconciliación [7]; el sacrilegio está motivado por la codicia. Y ésta, la codicia, es la madre de los obreros fraudulentos [8], los falsos maestros, los falsos profetas.

Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo,  como habrá entre vosotros falsos maestros,  que introducirán encubiertamente herejías destructoras,  y aun negarán al Señor que los rescató,  atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina. Y muchos seguirán sus disoluciones,  por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado, y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas.  Sobre los tales ya de largo tiempo la condenación no se tarda,  y su perdición no se duerme. 2a Pedro 2:1-3 

Noten que el fundamento de su falsedad es su avaricia y por ello le dan al Ministerio un uso sacrílego que dista a años luz del propósito para el cual, queridos hermanos, Dios nos llamó con mandamiento santo [9]. Hacen del ministerio comercio y de los creyentes mercadería. Estos “piratas espirituales” no solo enseñan, sino lo enseñan porque creen que la vida cristiana es una especie de dolce vita [10] , son como los Tobías del tiempo de Nehemias [11] , intrusos en el templo que no tienen parte en El Reino de Dios pero que viven para sus vientres y para sus propios deleites. Que no experimentan ni experimentaran nunca un verdadero dolor y amor por los perdidos y que solo buscan prosélitos para su provecho, nunca para presentarles el evangelio de Cristo. Permítanme citar a Brian H. Edwards, quien es su exposición del décimo mandamiento dice de estos “comerciantes de almas”:

[“La codicia no hará nada si no hay una recompensa de por medio. El capitán Cook desembarcó  en Tahití en 1769 y descubrió que una expedición anterior se había marchado dejando una cruz de madera pero sin ningún intento de llevar el cristianismo a los nativos. El gran explorador sopesó las probabilidades de que se estableciera una misión cristiana en el área y dijo: “No parece muy factible que se piense en tomar medidas de ese tipo, puesto que no pueden servir al propósito de la ambición publica ni a la avaricia privada; y, sin ese estimulo, puedo decir que nunca se llevará a cabo”] [12]


2. Definitivamente un sacrificio.

La pregunta continua ¿Es su ministerio un sacrificio o un sacrilegio? Es decir ¿nos fue dado para enriquecernos, llevar una vida lujosa, placentera y sin ningún tipo de incomodidad? O por el contrario la Escritura asegura que las marcas o cartas de presentación son lo opuesto. Bien, si estamos de acuerdo, Pablo es el teólogo por excelencia del ministerio y el Ministro en sus cartas, nunca pierde ocasión para apuntalar alguna enseñanza al respecto, más allá de las de Timoteo y Tito. Y en su segunda carta a los Corintios nos indica cuales son las cartas de presentación de un verdadero ministro de Dios:
 
No damos a nadie ninguna ocasión de tropiezo,  para que nuestro ministerio no sea vituperado; antes bien,  nos recomendamos en todo como ministros de Dios,  en mucha paciencia, en tribulaciones, en necesidades, en angustias; en azotes, en cárceles, en tumultos, en trabajos, en desvelos, en ayunos; en pureza, en ciencia, en longanimidad,  en bondad,  en el Espíritu Santo,  en amor sincero, en palabra de verdad,  en poder de Dios, con armas de justicia a diestra y a siniestra; por honra y por deshonra,  por mala fama y por buena fama;  como engañadores,  pero veraces; como desconocidos,  pero bien conocidos;  como moribundos, mas he aquí vivimos; como castigados, mas no muertos; como entristecidos, mas siempre gozosos; como pobres, mas enriqueciendo a muchos;  como no teniendo nada, mas poseyéndolo todo. 2ª Corintios 6.3-13 Pasaje en referencia.

Necesidades, angustias, desvelos entre otras, son las marcas ineludibles, inconfundibles y siempre presentes del Ministerio de la Reconciliación al que hemos sido llamados como colaboradores de Dios [13]. Es una vida de constante sacrificio, muchas veces sacrificamos nuestra placentera vida conyugal, nuestra esposa, nuestros hijos, su salud y la nuestra. Su comodidad (que por cierto es también la nuestra) y la nuestra. Muchos trabajamos en países subdesarrollados a donde ni de postmodernidad se puede hablar cabalmente pues la modernidad no acaba de llegar. Donde poseer un terreno para edificar la congregación es un “sueño americano”. Donde sí se paga el arriendo del local, los pastores no tienen para las universidades o colegios de sus hijos, donde la seguridad social (salud, recreación etc.) son un lujo.

Como no teniendo nada… No hay duda que, si bien el cómo imprime en la oración el sentido de un símil o comparación, en la práctica es comúnmente una realidad. De todos los ministros del Señor que procuran predicar el Evangelio fielmente el porcentaje de los “pudientes” se cuenta de uno por cien mil, siendo esta una cifra bastante optimista. La realidad es que el ministerio es un sacrificio o no es ministerio.

Frank Dietz dijo: “Muchos tienen la idea que al sacrificar perdemos, no hay bendición, pero esto no es así. La iglesia de Antioquia participó del avance misionero de Pablo y Bernabé, las Iglesias  macedónicas  se convirtieron en un verdadero testimonio no solo a las Iglesias de Corinto, sino a nosotros”  [14].

Cuando el apóstol Pedro, mirando las cosas terrenales y no los intereses del reino quiso persuadir a Cristo a que desistiera del sufrimiento que significaba su ministerio mesiánico, luego de reprender a Satán quien sin duda estaba detrás de esto, reconvino a Pedro. La solicitud del apóstol parecía buena. Sin embargo estaba provocando a Jesús a la autocompasión  [15] (una de las muchas formas de egolatría). Y fue en este contexto en el que el Divino Maestro pronunció esta máxima cristiana del ministerio que Dios nos ha entregado:

Porque todo el que quiera salvar su vida,  la perderá;  y todo el que pierda su vida por causa de mí,  la hallará. Mateo 16:25 

Si el ministerio es un sacrificio. ¿Cuál ha sido el costo para Usted? ¿Qué cosas, personas u oportunidades a menospreciado por Amor al Pastor de Pastores, por amor a su Iglesia, por amor a Dios? ¿Cuál es su actitud hacia sus riquezas como el tiempo o posesiones materiales? Mientas veía una película de esas que uno no hubiera querido ver, donde el mal y el malvado son los héroes fui impresionado por la filosofía del gánster de gánsteres quién adoctrinando a los suyos les decía:
                                             
”Si quieren triunfar en el hampa y no ser atrapados deberán estar dispuestos a partir sin tener nada a lo cual deban apegarse. Y todo aquello a lo cual puedan abandonar sin dolor.

Créame, me parece frase de cajón para el ministerio. Con razón dijo el Señor que el impío es más listo para hacer el mal que el creyente para hacer lo bueno.


3. ¿Un baldado de agua helada?

Bien, a esta altura reconozco que el titulo de nuestra presente reflexión puede ser una exageración literaria para aquellos que conocen en verdad a su Dios y Salvador. Sus atributos, nombres, propósitos y bondades que ha revelado y quiere ministrar a su bendito pueblo escogido. Estos, sin duda, viven en una vida de piedad acompañada de contentamiento. Pero debo  confesar que a mí como quizás a muchos de los que leen esta nota no en pocas ocasiones me ha sucedido lo que aconteció a Asaf:

“Asaf, envidio a los arrogantes cuando vio “la prosperidad de los impíos”, pero más tarde, cuando hubo comprendido “el fin de ellos” llegó a la sabia conclusión de que salía mucho mejor parado simplemente “acercándose a Dios” (Salmo 73.3, 17,28) [16]
 
A pesar de que conocemos la verdad, sabemos a lo que fuimos llamados, se nos garantizó “aflicción en este mundo” Vivir como “ovejas en medio de lobos”, un mundo que “nos aborrece” y que nuestro reino "no es de este mundo", por tanto nuestra “corona” es de Gloria. A veces, como a Pedro, nos da no por mirar “Las cosas de Dios” sino “las cosas de los hombres”, y caemos de tal manera bajo la zaranda de Satán que de no ser porque Cristo ora “para que nuestra Fe no falte” ya hubiéramos vuelto atrás.

Por tanto, habiendo aceptado que a veces somos sorprendidos por estos baldados de agua helada, recordemos que hay quien ruega por nosotros y especialmente por nuestro ministerio. Así que, habiendo comprendido la lección, animemos a otros. Volvamos a nuestra tarea y confirmemos a nuestros hermanos. Terminemos recordando la promesa de nuestro Señor y Salvador:

…pero yo he rogado por ti,  que tu fe no falte;  y tú,  una vez vuelto,  confirma a tus hermanos. Lucas 22:32

Manuel Cendales S.

[1]   Josué 24.
[2]   Léase la carta a los Filipenses, especialmente el capitulo  4
[3]  (Hebreos 5.12-14)
[4]   Frank Dietz. La Restauración del Ministerio Bíblico. Editorial Unilit.
[5]  Frank Dietz. La Restauración del Ministerio Bíblico. Editorial Unilit.
[6]   Brian H Edwards. Los Diez Mandamientos para Hoy. Editorial Peregrino.
[7]   Léanse los capítulos 4 -6 de 2a Corintios.
[8]  2a Corintios 11.13.
[9]  2a Timoteo 1.9
[10] Foneticamente.
[11] Nehemias 13.1-8
[12] Brian H Edwards. Los Diez Mandamientos para Hoy. Editorial Peregrino.
[13] Lease su contexto
[14] Frank Dietz. La Restauración del Ministerio Bíblico. Editorial Unilit.
[15] Entonces Pedro,  tomándolo aparte,  comenzó a reconvenirle,  diciendo: Señor,  ten compasión de ti;  en ninguna manera esto te acontezca. Pero él,  volviéndose,  dijo a Pedro:   ¡Quítate de delante de mí,  Satanás!;  me eres tropiezo,  porque no pones la mira en las cosas de Dios,  sino en las de los hombres.
Entonces Jesús dijo a sus discípulos:   Si alguno quiere venir en pos de mí,  niéguese a sí mismo,  y tome su cruz,  y sígame. Mateo 16.22-23
[16] Brian H Edwards. Los Diez Mandamientos para Hoy. Editorial Peregrino. No codiciarás